Checkpoint y la negación de la vida.

Fotografía: Qalandia [Cisjordania-Palestina]. Julio 2011.

El ‘Checkpoint’ sintetiza claramente la cotidianidad en la ocupación de los territorios Palestinos. Una jaula de hierro en la que la espera por cruzar al otro lado, dentro incluso de los propios territorios palestinos puede llevar horas. En el caso de ser autorizado. Si bien se queda en un tópico no es muy alejado de la realidad la definición de los territorios palestinos como un ‘inmenso campo de concentración’. El camino hacia el trabajo, la escuela, la visita a familiares, y en definitiva a cualquier lugar al otro lado del puesto de control se ve sometida a una arbitrareidad que más allá de no garantizar seguridad alguna impide la consolidación de una rutina, la posibilidad de una vida normal. Un esfuerzo sistemático para dificultar la vida de los palestinos dividiendo en territorio en centenares de núcleos separados fácilmente controlables por el ejército invasor. Como refleja el filósofo Slavoj Zizek la ocupación israelí “es en última instancia aplicada por las fuerzas armadas, es en realidad una “ocupación por la burocracia”: permisos de tránsito a través de los controles, permisos de construcción de viviendas, tarjetas de identidas, certificados de residencia, permisos de extracción de agua,… En gran medida, todos ellos denegados. Como la propia vida. El resultado: un fracaso del escenario creado tras los acuerdos de Oslo, un tiempo en el que en gran medida se han dinamitado las condiciones en Cisjordania para algún día llegar a convertirse en un territorio autónomo y soberano.

En este momento en el que tomo la fotografía comprobamos la arbitrareidad de este control, es evidente que no es sino un mecanismo colonial israelí. Viajando desde Ramallah a Jerusalem en transporte público, al llegar a Qalandia es imperativo bajarse del coche. Caminar a lo largo de una fila inmensa, trámite lento, control de equipaje y revisión de pasaporte con desdén. La última de los 7 compañeros que recorremos Cisjordania en el contexto de un curso de cooperación queda retenida, sin motivo aparente. Tal y como media hora más tarde tras permanecer el resto de nosotros presionando dentro del recinto nos permiten marchar. Ningún tipo de explicación, ningún tipo de base. Después de eso, tomamos la segunda parte del autobús. Resultado, un recorrido que en condiciones normales podría salvarse en menos de 20 minutos resulta incalculable. Nosotros solo somos algo así como turistas, no somos palestinos, a priori tampoco ‘enemigos’, me cuesta ponerme en la piel de quién tiene que sufrir día a día esta situación indignante e inhumana.

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